La fotografía y las redes sociales


En la actualidad, con esto de las redes sociales y los teléfonos inteligentes, ha surgido un fenómeno interesante: muchas más personas toman fotos y muchas más personas se sienten frustradas porque no reciben suficientes “me gusta” cuando las publican. Quiero opinar al respecto desde mi perspectiva personal.
Sin la intención de denostar a nadie, hay que decir que mucho de lo que se publica en redes sociales es intrascendente. Si no es una selfie, es una foto de la mascota o de lo que la persona está a punto de comer. En otros casos, se trata de fotos familiares, de interés sólo para quien las toma y, quizá, para quienes aparecen en la foto. ¿Cuántas veces has organizado una reunión en casa y has sacado los álbumes de fotos familiares para que tus amigos las vean? Lo mismo podría aplicar a las redes sociales.
En otras palabras, esas imágenes son un camino de una sola vía. A partir del contenido en este tipo de fotografías no se puede creer que quien tomó la foto haya tenido al espectador en mente. Más bien, parece un grito desesperado de “véanme, háganme caso”. De ahí la frustración, pues la respuesta no siempre existe y cuando existe no siempre es la esperada. Y lo peor es que parece haber una compulsión a seguir compartiendo este tipo de fotos.
Con la facilidad que existe para tomar fotografías—¿quién no tiene un teléfono que tenga cámara?—y la facilidad que existe para publicarlas, de pronto la Internet parece estar inundada con imágenes. Eso presenta otro problema: son tantas, que el espectador no encuentra ya tiempo para verlas con detenimiento, para disfrutarlas. En mi caso, a menos que una foto me atrape al instante, que me resulte sumamente atractiva o interesante, simplemente las voy pasando como lo haría con las páginas de una revista en la sala de espera del dentista.
Si a esto agregamos que muchas de estas fotos están tomadas sin pensar, es decir, como meras snapshots, la cosa se pone peor. Estas imágenes, tomadas con la emoción del momento, generalmente pierden su valor en cuanto se las saca de contexto. Son como contar una anécdota que busca ser graciosa, pero nadie ríe y quien la cuenta acaba por decir, “tenías que haber estado ahí”.
No siempre es así. Me he topado con fotos extraordinarias de fotógrafos a los que sigo; fotos que me producen una gran emoción, ya sea por su calidad artística o por su contenido, pues estos fotógrafos tratan de transmitir algún mensaje a través de sus imágenes, tratan de entablar una comunicación con el espectador. Tienen el propósito de informar, de provocar, de persuadir.
También me detengo en fotos de personas a las que aprecio; siempre me da gusto verlas, aunque sea en una fotografía. Ver fotos de mi familia y amigos, en particular de esos a quienes no veo seguido, me ayuda a sentir que ni el tiempo ni el espacio son tan grandes.

Me encanta la fotografía. Sin embargo, tengo una cuenta de Instagram a la que rara vez entro. Lo mismo me pasa con Pinterest y con 500px. Y no es que diga que todas las fotos que se publica ahí sean malas. Simplemente pienso que son demasiadas. Llega un momento en que resultan abrumadoras, más que agradables, por muy buenas que sean.

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